El feminismo no es el reflejo del machismo. No postula que a la mujer le pertenezca el papel que tiene el hombre y al hombre el que tiene la mujer. No intenta convencernos de que el hombre sea inferior y la mujer superior.
De lo que se trata el feminismo, oy en día, es de que tanto hombres como mujeres renuncien a los privilegios que obtienen de la ordenación actual del mundo para poder obtener una libertad personal que nos permita a todas y a todos desarrollarnos en los ámbitos y de la manera que deseemos.
"La corriente mayoritaria del feminismo en estos momentos ve a los hombres como malos y a las mujeres como buenas. Ofrecen una visión demasiado victimizada de la mujer y muy maquiavélica del hombre. Protegen demasiado a la mujer y eso le resta autonomía." Dice Paloma Uría en esta entrevista publicada en Público.es.

Pero en pocos momentos se habla abiertamente de los privilegios de que gozamos las mujeres y que por tanto quedan invisibilizados. Y es ahí donde hay que actuar, en unificar a hombres y mujeres tanto en el problema como en la solución.
La mujer goza del estatus de víctima. Y eso también otorga un cierto poder, aunque le reste autonomía. La víctima nunca hace nada mal, no es su "culpa" encontrarse en esa situación. Y obtiene el reconocimiento social de ser una madre/esposa/novia dedicada absolutamente a su novio/marido. Y más de una, yo misma incluída, se ha jactado alguna vez de ser "buena novia" o "buena esposa" basándose en eso, haber renunciado a la identidad personal para adoptar conductas, valores o hobbies de la otra persona.
Hay que parar eso. Primero, abandonar esa idea arcáica de que existe una "buena novia/esposa" que responde a unos valores de sumisión y abandono de la identidad. Segudo, resistir la tentación de rellenar ese papel para ser "la buena" de la historia.

Si la mujer quiere lograr la igualdad con el hombre habrá de caminar junto a él, no contra él. Abandonar los privilegios que el sexismo le concede y tomar responsabilidad sobre sus propias acciones.