Encuentro una canción. En la tele, en la radio, en la discografía de algún grupo que me he bajado. La escucho una vez, me hace gracia. Escucho otras. La vuelvo a escuchar. Me hace más gracia. La pongo un par de veces seguidas, pillo el estribillo o alguna frase suelta con la que me identifico y me engancha. Me duermo pensando en ella, me despierto pensando en ella, me ducho cantándola. En la oficina cuento las horas hasta que pueda salir, meterme en el coche y escucharla cada vez a más volúmen, hasta que la gente se gira a mirar a la macarra que va con la música a toda caña en una canica de coche.
Un buen día decido leer la letra que no he sabido entender entre los chrridos de mis altavoces y me encuentro con que una vez que soy una puta no soy nada más. ¿Perdón?
Pues sí, releo la letra al llegar a ese punto y resulta que la chica que canta me está contando cómo le robé a su novio y por eso soy una puta y que no me va a perdonar y que ahora ella tiene al chico así que me puedo ir jodiendo. Que en el mundo hay miles de chicas que hacen las cosas igual que yo y que no valen una mierda.
¿Perdón?
Después de leer algo así ¿cómo podría tolerar escucharlo diariamente? Por mucho que me encante la música, el aspecto melódico/instrumental. O incluso parte de la letra cuando no me cuenta lo puta que soy.
No puedo tolerar escuchar un grupo cuya carta de presentación incluye esa canción. No puedo escuchar a gente que considera que esas ideas son correctas. No puedo, porque estaría traicionándome a mí misma además de exponerme a insultos que no me afectan de manera positiva en absoluto.
Así que, gente que me lee y gente que no me lee. No voy a escuchar más a Paramore. Me han traicionado, como una relación idílica que termina en trágico desencanto. Igual.